Jorge Pulgar

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lunes, 10 de diciembre de 2007

Artículo Nº 4


Educación y valores.

María Vega López.
Docente RMM Rancagua.


Disponible en:
http://www.rmm.cl/index_sub.php?id_contenido=9407&id_seccion=2565&id_portal=396

Y vaya que en el mundo de hoy los valores cada vez valen menos. Este tango es por sí mismo bastante gráfico, porque parece que los valores no importan mucho, hasta que alguien sin esos valores le atropella a uno, y entonces sí que duele.

El sistema educativo tiene entre sus finalidades proporcionar a los niños y jóvenes una formación que favorezca todos los aspectos de su desarrollo, y que no puede considerarse completa y de calidad si no incluye la conformación de un conjunto de valores que no siempre se adquieren de manera espontánea. La evolución reciente de los problemas básicos de convivencia ha ido generando la necesidad de que los ciudadanos adopten principios y desarrollen hábitos en ámbitos, hasta hace poco, ajenos a los contenidos escolares. Incursionar en el campo de la Educación y Los Valores supone encarar conflictos teóricos y prácticos que han preocupado a filósofos, pedagogos y psicólogos de todos los tiempos. El problema de los contenidos de la enseñanza es, sin duda, uno de ellos. Pero no es un problema que pueda plantearse aislado, al margen de debates respecto de la intencionalidad de la educación, de las utopías que se persiguen con su práctica o de las creencias y saberes que se vinculan con la manera de entender la adquisición del conocimiento y el desarrollo de las habilidades.

La intención de este ensayo se reduce a discutir solamente un viejo problema de la educación moral, intentando ofrecer una perspectiva nueva de análisis. Se trata de situar la discusión respecto de la neutralidad axiológica en la educación desde una mirada que considera el lugar que ocupa el conocimiento que se transmite, en el desarrollo de la personalidad moral.

Introducción

A pesar de que la familia se considera la primera responsable de la enseñanza de valores y normas en la sociedad, el centro escolar y en especial el grupo clase es uno de los núcleos de integración de valores. La interacción de los alumnos entre si y la relación profesor alumnos favorece la creación de valores y normas de grupo. La integración de valores relacionadas con la formación y la educación es sumamente importante dado que el grupo-clase es uno de los fundamentos del grupo escolar donde se inician, estabilizan y modifican los valores de los alumnos.

El profesor es un elemento activador importante para incidir en la enseñanza aprendizaje de valores y normas. Todas las personas y en especial las que se sienten inseguras en los principios que iluminan o justifican su actuación necesitan y buscan un punto de referencia para aclarar sus dudas. Si el alumno está bien integrado en la familia, ésta puede realizar funciones de referencia y de comparación, pero de ningún modo suele ser suficiente: la necesidad de socialización y la tolerancia del grupo entre iguales, difícilmente podrá suplirlas la familia u otro grupo de adultos. En la práctica el grupo de amigos íntimos actuará de forma compensatorio y de modo especial, sobre temas personales e íntimos, generalmente poco tratados en el mundo de los mayores.

El alumno, en especial a partir de la preadolescencia, tiene especial interés en conocerse a sí mismo, al mismo tiempo que los demás valoran sus intentos de búsqueda y de realización personal. La búsqueda de un margen de independencia individual, del valor de la amistad, del descubrimiento de las relaciones con compañeros del otro sexo, el rechazo a los valores tradicionales y la búsqueda de otros nuevos para mejorar y cambiar la sociedad, etc., son sólo una pequeña muestra de los múltiples intentos del largo camino ya iniciado. En dicho proceso es sumamente importante que los compañeros más íntimos valoren tanto las nuevas ideas como los hechos que le permitirán encontrar su futuro y vivir el presente.

Difícilmente, por no decir imposible, el joven puede iniciar la realización personal en solitario, ni tan sólo con la ayuda de personas mayores; solamente un grupo similar a él puede valorar positivamente los fracasos y éxitos en la búsqueda de sí mismo. En esto se fundamenta la importancia de la educación en la transmisión de los valores a través de la Escuela.



DESARROLLO

Aún cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en filosofía, los valores están presentes desde los inicios de la humanidad. Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer, el prestigio.
Los valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia. Surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en las distintas épocas. Por ejemplo, la virtud y la felicidad son valores; pero no podríamos enseñar a las personas del mundo actual a ser virtuosas según la concepción que tuvieron los griegos de la antigüedad. Es precisamente el significado social que se atribuye a los valores uno de los factores que influye para diferenciar los valores tradicionales, aquellos que guiaron a la sociedad en el pasado, generalmente referidos a costumbres culturales o principios religiosos, y los valores modernos, los que comparten las personas de la sociedad actual.

Este concepto abarca contenidos y significados diferentes y ha sido abordado desde diversas perspectivas y teorías. En sentido humanista, se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte de ella. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar. La práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad (Vásquez, 1999, p. 3). Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.

”Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia real sino adherida a los objetos que lo sostienen. Antes son meras posibilidades." (Prieto Figueroa, 1984, p. 186)

La visión subjetivista considera que los valores no son reales, no valen en sí mismos, sino que son las personas quienes les otorgan un determinado valor, dependiendo del agrado o desagrado que producen. Desde esta perspectiva, los valores son subjetivos, dependen de la impresión personal del ser humano. La escuela neokantiana afirma que el valor es, ante todo, una idea. Se diferencia lo que es valioso de lo que no lo es dependiendo de las ideas o conceptos generales que comparten las personas. Algunos autores indican que "los valores no son el producto de la razón " (Centro de Proyección Cristiana, 1986); no tienen su origen y su fundamento en lo que nos muestran los sentidos; por lo tanto, no son concretos, no se encuentran en el mundo sensible y objetivo. Es en el pensamiento y en la mente donde los valores se aprehenden, cobran forma y significado. La escuela fenomenológica, desde una perspectiva idealista, considera que los valores son ideales y objetivos; valen independientemente de las cosas y de las estimaciones de las personas. Así, aunque todos seamos injustos, la justicia sigue teniendo valor. En cambio, los realistas afirman que los valores son reales; valores y bienes son una misma cosa. Todos los seres tienen su propio valor. En síntesis, las diversas posturas conducen a inferir dos teorías básicas acerca de los valores dependiendo de la postura del objetivismo o del subjetivismo axiológico.
La humanidad ha adoptado criterios a partir de los cuales se establece la categoría o la jerarquía de los valores. Algunos de esos criterios son:

(a) Durabilidad: los valores se reflejan en el curso de la vida. Hay valores que son más permanentes en el tiempo que otros. Por ejemplo, el valor del placer es más fugaz que el de la verdad.

(b) Integralidad: cada valor es una abstracción íntegra en sí mismo, no es divisible.

(c) Flexibilidad: los valores cambian con las necesidades y experiencias de las personas.

(d) Satisfacción: los valores generan satisfacción en las personas que los practican.

(e) Polaridad: todo valor se presenta en sentido positivo y negativo; todo valor conlleva un contravalor.

(f) Jerarquía: hay valores que son considerados superiores (dignidad, libertad) y otros como inferiores (los relacionados con las necesidades básicas o vitales). Las jerarquías de valores no son rígidas ni predeterminadas; se van construyendo progresivamente a lo largo de la vida de cada persona.

(g) Trascendencia: los valores trascienden el plano concreto; dan sentido y significado a la vida humana y a la sociedad.

(h) Dinamismo: los valores se transforman con las épocas.

(i) Aplicabilidad: los valores se aplican en las diversas situaciones de la vida; entrañan acciones prácticas que reflejan los principios valorativos de la persona.

(j) Complejidad: los valores obedecen a causas diversas, requieren complicados juicios y decisiones. (Ibáñez, 1976)
Los valores son la columna vertebral de una convivencia sana entre seres humanos. Pero esa columna vertebral se construye con nuestros valores individuales, con nuestros valores familiares, incluso con nuestros valores regionales y nacionales, pero todo comienza con la persona. Solamente podemos esperar un cambio real en nuestras sociedades si con seriedad nos preguntamos ¿Cómo andan mis propios valores? ¿Soy confiable? ¿Soy leal? ¿Soy generoso? Pero no solo eso, también debemos hacer un ejercicio y cuestionarnos ¿Cómo afectamos a los demás cuando no vivimos con valores? Todo hombre, para ser bueno, o para mantenerse en el bien, necesita ayuda para hacer rendir esos talentos latentes que encierra. Es cierto que al final es siempre la propia libertad quien tiene la última palabra, pero sería bastante ingenuo minusvalorar la influencia enorme que tiene la formación. Por eso, educar bien a los hijos en la familia, a los alumnos en la escuela o la universidad, o cualquier otra tarea relacionada con la formación de las nuevas generaciones debería considerarse como uno de los empeños de más trascendencia y responsabilidad en cualquier sociedad que realmente piense en su futuro.
Pocos negarían que haya en la actualidad muchísimos niños en las escuelas que no aprenden tan bien como deberían hacerlo simplemente porque no tienen una idea muy clara del objeto de su existencia ni están muy seguros de que vale la pena el esfuerzo por aprender. La tarea de educar y con ello, la de educar en los valores, no queda circunscrita al ámbito escolar. Familia y sociedad son espacios sociales fuertemente comprometidos en esta responsabilidad.
Hay una primera concesión de esta amplia responsabilidad que afecta a la persona del educador. Si el educador en la escuela ha de contribuir a que el hombre se descubra a sí mismo, descubra el mundo y su profundo significado, no es indiferente el concepto de hombre y de mundo que tenga. Y más que el concepto, más que la visión intelectual, importa su actitud valorativa de los demás hombres y de su inserción en el mundo; lo que él sea y el modo, incluso, de auto conocerse, constituyen la aportación fundamental al proceso de autorrealización del alumno. Pero la educación no se reduce a la realización profesor-alumno.
En el marco de la escuela como institución se da una interacción constante entre la estructura, la organización y la metodología didáctica. Estos conllevan a juicios de valor y convierten a estos medios en vehículos decisivos de esquemas de valoración y de adhesión a determinados valores. Toda la acción educadora se encamina a provocar un proceso que viene marcado por acciones tales como optar, preferir y adherirse a un sistema de valores. La libertad —la educación de la libertad— constituye el hilo conductor. Al educador se le plantea de nuevo responsabilidades insoslayables ante la vivencia de los valores desde el "nosotros".
Crear un orden de valores que permita reconocer el rostro del hombre es una importante propuesta de "humanidad" que exige de la acción educativa un serio compromiso con la historia que también nosotros, educadores, construimos. La importancia de la educación de los valores plantea la urgencia de encontrar medios adecuados para llevar adelante este objetivo fundamental del quehacer educativo, el proceso por el que un fenómeno o valor va integrándose progresiva y definitivamente en la vida del individuo.
La Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza (LOCE) explicita que “la Educación debe orientarse, entre otras finalidades, a la formación del carácter en términos de actitudes y valores, preparar a los alumnos y alumnas para insertarse, adaptarse y contribuir a los cambios significativos e importantes en la sociedad.” (Aldea, 1999)
Los Objetivos Fundamentales Transversales, propuestos por la actual Reforma Educacional, hacen referencia a las finalidades generales de la educación, a los conocimientos, habilidades, actitudes, valores y comportamientos que se espera que los estudiantes desarrollen en el plano personal, intelectual, moral y social. Para cumplir el objetivo es necesario tener formadores en educación en valores, es decir, dar a los docentes los recursos necesarios para atender el desarrollo moral de los educandos. La educación requiere el compromiso moral de sus actores, los profesores. El sistema educativo, cualquiera sea su realidad está sometido constantemente a múltiples estímulos externos, alejados en muchos casos de lo que espera la educación, formar una persona que sea capaz de dirigir su propia vida, basada en la internalización de ciertos valores mínimos, como la libertad, justicia, solidaridad, tolerancia, respeto, que le permitan actuar de manera autónoma e insertarse positivamente en la sociedad. Un modelo de educación en valores mínimos permite desarrollar las dimensiones de los educandos, haciendo posible que éstos puedan vivir en sociedades donde existen las opciones de máximos valóricos. Los valores son una realidad personal. Cada alumno y alumna debe reflexionar y discernir aquellos valores que desea hacer propios, mediante un proceso eminentemente personal por lo que se requiere una educación donde el profesorado adquiera un compromiso social y ético, que colabore con los alumnos y alumnas para facilitarles el desarrollo y formación de capacidades que intervienen en el juicio y acción moral, facilitando la formación de actitudes, integración, aplicación y valoración crítica de las normas que rigen en una sociedad. Un profesorado que cambie su rol de docente instructor y transmisor de conocimientos, por el fomento y la construcción de valores en sus alumnos y alumnas. La educación de una persona debe tratar todos los aspectos y dimensiones que conforman al ser humano, de manera integral, por tanto, los valores forman parte de la educación.
La escuela es un agente socializador y reproductor de valores presentes en las sociedades y que debe destinar un espacio para la educación en valores (Lucini, 1997). Los valores deben estar definidos en el PEI (Proyecto Educativo Institucional), con los cuales la institución se identifica y plantea desarrollarlos. Más concretamente los valores se hacen presentes en el aula mediante los temas transversales, estos temas transversales van a responder a realidades o necesidades que tienen una muy especial relevancia para la vida de las personas y la construcción de la sociedad, los temas transversales es una propuesta curricular concreta.
En el diseño curricular, la educación en valores se encuentra en los objetivos de enseñanza generales, “esta educación es abierta y flexible” (Cornejo, 1996), es abierta porque cada profesor la define. Los valores también se muestran en los contenidos actitudinales por ello se encuentran en cada sesión de aprendizaje de cada subsector. Los temas transversales entran de lleno en la educación en valores, hablar de temas transversales es hablar de valores que van a responder a problemas en el ámbito social y que requieren de una respuesta educativa. Los responsables de las instituciones educativas, los docentes, no pueden sino ejercer la crítica abierta y sincera sobre ellos mismos y las instituciones de las que forman parte y este es un proceso compartido y participativo: creamos nuevo conocimiento incorporando la valiosa información que aportan los valores que vivimos dentro de nuestras instituciones: valores de los alumnos, de los profesores, de los grupos de trabajo, valores institucionales y organizativos. El alumno puede salir entrenado para ejercer la crítica con fundamento y para optar libre y responsablemente por aquellos valores que son los puntales de un desarrollo personal integrado y comprometido.
En la práctica tengo que agregar que el trabajo en grupos heterogéneos a través del aprendizaje dialógico, colaborativo y cooperativo (Enseñanza Recíproca) me ha permitido fomentar una interacción entre los alumnos que se refleja en una mayor solidaridad y compromiso para con sí mismo y con sus pares en el aprendizaje y en el cultivo de valores.
Lo fundamental ha sido profundizar en el enfoque actitudinal y valórico del proceso de aprendizaje constructivista que es clave para la formación de las personas. Tengo un refugio: el lado humano de mi profesión. Estoy convencida que “la profesión de maestro es un ejercicio de valoración humana, de ternura y comprensión.”(Chamorro, 1997) Allí encuentro una razón fundamental de nuestro trabajo, en un mundo que cada vez reconoce menos nuestra tarea silenciosa. Probablemente esa sea la mejor forma de darle cara al futuro con nuestras propias y mejores armas.
CONCLUSIONES
La educación en valores es una instancia de reflexión, de crecimiento personal que facilita la incorporación de alumnos y alumnas, inicialmente, a un sistema educativo que les permita desarrollarse en un plano de equidad y, posteriormente, a una sociedad donde puedan realizarse como personas, únicas y responsables de su propia vida. Es sencillamente educar moralmente porque los valores enseñan al individuo a comportarse como persona, a establecer jerarquías entre las cosas, a través de ellos llegan a la convicción de que algo importa o no importa, tiene por objetivo lograr nuevas formas de entender la vida, de construir la historia personal y colectiva, también se promueve el respeto a todos los valores y opciones. Educar en valores es también educar al alumnado para que se oriente y sepa el valor real de las cosas; que crean que la vida tiene un sentido y que reconozcan y respeten la dignidad de todos los seres. Los valores pueden ser realizados, descubiertos e incorporados por el ser humano, en ello reside su importancia pedagógica, esta incorporación, realización, descubrimiento son tres pilares básicos de toda tarea educativa; por esto se necesita la participación de toda la comunidad educativa en forma coherente y efectiva. Educar en valores es un trabajo sistemático a través del cual y mediante actuaciones y prácticas en nuestra escuela se pueden desarrollar aquellos valores que están explícitos en nuestra constitución como base para cualquier tipo de educación en valores. Una vez que los alumnos interioricen los valores, éstos se convierten en guías y pautas de conducta, son asimilados libremente, permiten definir los objetivos de vida que tenemos y ayuda a aceptarnos y estimarnos como somos.
El hombre no se desarrolla sin su entorno. En el compromiso con la mejora y potenciación de los grupos y de las organizaciones de las que formamos parte, está comprometido nuestro propio desarrollo. Recordamos aquí a José Antonio Marina quien, en uno de sus últimos trabajos sobre la inteligencia, nos habla de la inteligencia compartida: “nuestra inteligencia personal se potencia, avanza, cuando formamos parte del grupo inteligente”. Potenciar los grupos a partir del trabajo complementario en colaboración es hacerlos más eficaces, aumentando su sinergia interna y su proyección futura. (Marina, 1995)

BIBLIOGRAFÍA

Aldea López, Eliana1999, Estrategias Educativas para trabajar en Valores.
Centro de Proyección Cristiana. Primera edición1986. Educación en Valores. Lima,

Chamorro, Fernando.1997. Educación en Valores como sustento de la Democracia. . Informe sobre Desarrollo Humano. Ediciones Mundi-Prensa, Madrid.

Cornejo, Miguel Ángel, 1996 CÓMO EDUCAR EN VALORES: MATERIALES, TEXTOS, RECURSOS Y TÉCNICAS Madrid, Narcea Sociedad Anónima de Ediciones. Tercera edición

Ibáñez R, Marín. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación. Valladolid: Miñón.

Lucini, Fernando, 1997 La educación de valores y virtudes en la escuela: teoría y práctica, México D. F. Editorial Trillas. Segunda edición.
Marina, José Antonio. 1995. Teoría de la inteligencia creadora.

Prieto Figueroa, L. B. (1984). Principios generales de la educación. Caracas: Monte Ávila.

Vásquez, E. (1999). Reflexiones sobre el valor (I). Suplemento Cultural de Últimas Noticias.

VARIOS AUTORES. INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN 1998 México D. F, Editorial Trillas. Tercera reimpresión edición

Web:

CRISTI, Cou "Valores humanos"http://www.monografias.com/trabajos15/valores-humanos/valores-humanos.shtml



Comentarios al artículo: Educación y valores.

Jorge Pulgar V.

Al comenzar el comentario a este cuarto y último artículo, quiero mencionar palabras a manera de despedida del proceso de formación profesional en pre grado. Ya hemos llegado al fin de una etapa y al comienzo de otra, el proceso de titulación que se ve y que se siente cercano, distante unos meses de este momento. Han sido cuatro años, maravillosos y plenos, cuatro años que nos dejan a las puertas de un futuro desenvolvimiento profesional, llevando a nuestros alumnos y alumnas las herramientas que permitan que ellos desarrollen sus capacidades, habilidades y potencialidades para que vivan su vida plenamente y puedan contribuir a hacer de nuestro mundo un lugar mucho mejor para vivir.

En principio, nuestro desempeño estará orientado a las escuelas rurales, y al menos ese es mi sueño, trabajar en una escuela y una comunidad rural, pues considero que ahí aún se vive la vida con cariño, con respeto y con apego a valores importantes.

Hago un recuento de estos años universitarios y recuerdo una frase que se me ha quedado grabada: “educar es crear lazos”, y eso es algo que hemos experimentado en la Universidad con nuestros profesores y compañeros (as), y espero que lo vivamos cuando estemos en un aula con nuevas generaciones de estudiantes, eso sí, nosotros a cargo.

Yo sé que algunos podrán decir que en la Universidad hay muchas cosas que no se enseñan, pero debemos reconocer que hay muchas otras que se viven y que se experimentan, los valores, algunos tan importantes como el respeto, la honradez, la sinceridad, la verdad, el compañerismo, la amistad y el amor. Eso es muy importante y sólo se vive aquí, en la Sede de San Felipe como en ningún otro lado.

Eso es lo que debemos aprender a promover en nuestros futuros estudiantes, más que conocimientos y contenidos que pueden ser aprendidos con mayor facilidad, los valores, algo tan necesario en nuestros días, en una sociedad tan influenciada por los medios masivos de comunicación y las modas. Tenemos muchas formas de entender la educación, como por ejemplo: “Toda educación se mueve en el binomio información-formación. La información nos proporciona los conocimientos necesarios para manejarnos en la sociedad y conseguir una capacitación profesional que permita el desarrollo personal en el trabajo. Uno de los fines del sistema educativo es formar administrativos, chóferes, médicos, informáticos, químicos, etc”[1]. Lo que también puede ser complementado por la siguiente visión: “La educación conduce a la formación de un hombre más maduro, más completo y más coherente. El hombre es maduro cuando alcanza un buen equilibrio personal entre sus facultades intelectuales, su cuerpo y sus relaciones sociales. Es completo cuando sabe integrar diversas vertientes adecuadamente y es coherente cuando establece una armonía ente las ideas y la conducta, entre la teoría y la práctica. El hombre formado es más humano y más espiritual, más dueño de sí mismo”.[2]

Para Ricardo Ardiles[3], la formación integral de las nuevas generaciones de niños y jóvenes propios de nuestra sociedad sólo se puede lograr sobre la base de una estrategia teórica que posibilite un enfoque realista, la formación de valores es un proceso sistémico profundo. El profesor como representante de la sociedad debe dirigir las acciones del Proceso Docente Educativo hacia el fin propuesto, para ello necesita una orientación en el contenido especifico de esta actividad y en la metodología para su aplicación partiendo de que la educación en valores es la aspiración más trascendente que necesitamos lograr en los estudiantes, él mismo por su parte debe estar motivado, es decir, estar preparado para la selección del problema en forma activa, consciente y creadora.

Pero poco es lo que se puede hacer si comenzamos criticando negativamente el actual sistema educacional, sobretodo en los vacíos que existen a la hora de abordar la formación en valores, algo que todos sabemos e imaginamos. Es por ello que se hace necesario tomar una posición crítica y constructiva al respecto, con la intención de contribuir a mejorar la calidad de educación de nuestros estudiantes, preguntándonos cómo es que lo estamos haciendo nosotros o qué es lo que haremos cuando nos toque estar del otro lado, es decir, asumiendo el rol de profesor frente a un curso.

Mucho se ha hablado de qué significa educar o en qué consiste el proceso de enseñanza- aprendizaje, inclinándose algunos por darle más importancia a la adquisición de los contenidos y conocimientos, mientras que otros apuestan por una educación más inclusiva, orientando su quehacer, junto con la adquisición de contenidos, a una formación en valores, en un clima cálido y afectivo, apto para desenvolverse en confianza y tranquilidad.

Aprender conlleva en el propio acto, encontrarle sentido a lo que se debe aprender. Encontrarle sentido implica necesariamente que debo darle un significado especial a los contenidos asociándolos a la propia experiencia para que se transforme en un aprendizaje significativo, mezcla de emotividad y valores… Es en este aspecto que el aprendizaje de los contenidos debe ir necesariamente ligado con lo que es el niño, fruto de su historia como persona, en todos sus ámbitos: familiar, social y cultural, sus valores, para que se dé cuenta de la necesidad de aprender y de lo que significa para su vida estar mejor preparado. Es así que el proceso de enseñanza- aprendizaje alcanza el éxito.


[1] Disponible en: http://www.aplicaciones.info/articu/arti69u.htm

[2] Ibid.

[3] Diario Austral Osormo 9 de Julio 2007, disponible en: http://www.bloquesocial.cl/node/293

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