Jorge Pulgar

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viernes, 30 de noviembre de 2007

La educación en igualdad


EDUCACION PARA LA IGUALDAD.
Josefa Martín Luengo.
Colectivo Paideia.
Mérida (Badajoz) España.

Educar para un mundo sin poderes ni jerarquías, para un mundo en donde cada persona pueda ser ella misma y construir su historia personal en busca de la mayor felicidad posible, para sí misma y para su mundo; requiere ayudar a generar mentes carentes de prejuicios, de estereotipos, de dependencias. libres del principio de autoridad; es decir, un nuevo tipo de persona, que siendo ella misma la protagonista de su vida contribuya junto con otras a generar un mundo de igualdad.

En la base de la desigualdad, la discriminación y la jerarquía, se encuentra el androcentrismo que supone la división del mundo en dos clases muy bien estructuradas: la masculina de dominio, la femenina de sumisión. Esta básica estructura mental genera sin brusquedades un mundo piramidal en donde autoridades y poderes ejercen sus acciones sobre la otra parte de las sociedades, que aceptan su sometimiento y muestran su admiración, por esas cúpulas dirigentes y superiores que imposibilitan un mundo de igualdad.

Las luchas contra los poderes estatales o económicos, científicos, políticos o ideológicos, son confrontaciones superficiales que consisten en quitar un poder para imponer otro, pero en ningún caso destruirlos. Las revoluciones habidas en la historia, en su gran mayoría, no son más que confrontaciones que tratan de sustituir unos dominantes por otros, pero y la historia lo demuestra, nunca han conseguido eliminar la pirámide de poder, porque en sus intencionalidades no ha estado nunca este ambicioso proyecto.

Únicamente el anarquismo, como utopía posible se ha planteado el cambio social por medio del establecimiento de la igualdad y la solidaridad; pero aún ell@s han profundizado poco en la práctica de este ambicioso deseo.

El androcentrismo, como “punto de vista central” de lo humano centrado en los valores propios de la virilidad, presupone la base de la desigualdad reinante en el mundo.

El hombre, considerado como el protagonista de la historia, ha ido, a lo largo del tiempo, creando sin discusión la idea de que es él el “arquetipo” que sirve de referencia al mundo; y así, “su historia”, “su arte”, “su ciencia”,”su filosofía”, “su pensamiento” y “su poder”, se hacen incuestionables, generalizados y universales e inconscientemente se van introyectando en las cabezas de hombres y mujeres de diferentes épocas y lugares.

La hegemonía que el hombre viene ejerciendo a lo largo del tiempo, es evidente; de ahí que sea así mismo evidente su ostentación de los poderes.

El mundo dividido en dos grupos humanos trascendentales: hombres y mujeres, se guían por “ese grupo de hombres blancos, cultos, de una determinada edad y con deseos expansionistas” (Amparo Moreno, ”El arquetipo viril protagonista de la historia”, Ed. Horas y Horas. Barcelona-1986-1987) que son quienes establecen un pensamiento generalizado, aceptado y poco discutido, de que son ellos quienes manejan el mundo y lo han convertido en el caos que hoy es.

Generar un cambio sustancial de esta realidad hacia estructuras de igualdad, pasa inequívocamente por educar sin la referencia androcéntrica, poniendo en su lugar la igualdad en la diversidad y las diferencias, con lo que inmediatamente eliminaremos el principio de autoridad de base, que hoy se establece por medio de esta concepción universal.

En lugar de aprender a ser niñas y a ser niños, debemos aprender a ser personas con los mismos derechos naturales, las mismas posibilidades y las innumerables diferencias interpersonales; y para ello , las generaciones adultas debemos desconstruirnos al tiempo que facilitamos una estructura mental con base de igualdad en lugar de con base de autoridad.

Las criaturas pequeñas son enormemente vulnerables a los roles de imitación que ofrecemos las mujeres y los hombres, muy concretizadas en las figuras parentales, que son quienes introyectan incosncientemente los estereotipos de género, la superioridad masculina y la inferioridad femenina; preparando de esta manera sus mentes para asumir y realizar una vida igual a la de sus progenitores y educador@s, ya que est@s son sus referencias de identificación, de seguridad y de aceptación.

Con ello, estos estereotipos de gènero, se ven reforzados por los elementos que ejercen de educadores indirectos; grupo social, medios de comunicación, información reglada, libros de texto y sobre todo un lenguaje sexista que de una forma espontánea, continuada y natural configura un determinado pensamiento que es el que se genera a través de las palabras que son portadoras de conceptos y predeterminan una concreta ideología, una determinada manera de ver y concebir el mundo: la manera-pensamiento que los poderes androcentricos necesitan crear para poder mantener su continuidad hegemónica.

Una escuela libre de pensamiento anarquista debe hacer un gran hincapié en este aspecto fundamental de la discriminación humana a fin de facilitar la construcción de mentes con un pensamiento distinto que sean capaces de ver, interpretar y actuar en el mundo bajo un principio de igualdad personal y así, posteriormente generar una mayor igualdad social.

Esta sociedad, de predominio masculino, realiza un gran esfuerzo en mantener la diferencia genérica y la educación es su vehículo más efectivo, porque a través de ella predetermina las mentes a aceptar y mantener sin ningún tipo de crítica, lo establecido, porque sus mecanismos de presión son muy fuertes y únicamente las mentes muy preparadas y muy libres pueden combatir con éxito contra ellos.

Aprender a ser niño, chico, joven u hombre, presupone responder a un marcado estereotipo de fuerza, autoridad, violencia, dominio y trabajo social, al que si no se responde se castiga con la duda de la virilidad y la angustia que esto genera. Definir su sexo pasa por responder a estos rasgos de género, unificando así machismo y hombría de tal manera que los chicos encuentran serias dificultades es romper estas manifestaciones personales, porque si adquieren y manifiestan otras se pone en duda su masculinidad, su virilidad su ser hombres y la presión social les impide desarrollarse como personas, porque deben inhibir sus otras capacidades, actitudes y rasgos personales, para responder inexorablemente a estos otros, evitando de esta manera la angustia de la duda de su identidad sexual.

Aprender a ser niña, pasa por un proceso pasivo frente al de los chicos que es activo, ellos “deben ser así”, ellas “ no deben ser así”, es decir no pueden manifestar ninguno de estos rasgos considerados masculinos y por ello, la educación que se les impone es fundamentalmente represiva e inhibitoria, lo que les genera personalidades débiles socialmente, inseguras, dependientes, pasivas y eminentemente frustradas.La natural actividad de una niña, desde su nacimiento es controlada, sus formas de actuación muy cuidadas, las normas muy rígidas, el espacio muy mediatizado y el lenguaje personal eliminado.

De esta manera su manera de ser y ver el mundo es diferente al del masculino, ya que van poco a poco ocupando el lugar de la resignación, del sacrificio, del servicio, del silencio, de la objetividad estética, de protagonistas del deseo sexual masculino, de la incomunicación y de la sumisión frente a las figuras representativas de la autoridad.
Si se manifiestan según su naturaleza, son castigadas con el rechazo familiar, social y educativo, poniendo en entredicho su feminidad, sintiéndose únicamente “valoradas” si son elegidas y estimadas por los varones, que son quienes ostentan el rol de superioridad y de autoridad.

Si tenemos en cuenta que desde el nacimiento el trato adulto que se da a chicos y chicas es marcadamente diferente, nos podemos explicar sin dificultades el extraordinario éxito que tienen la introyección de los estereotipos de género, que, así mismo, constituyen la base de la desigualdad humana y, posiblemente todos nuestros males actuales y pasados.

Uno de los aspectos primarios que actúa sobre esta discriminación genérica, lo constituye el uso y dominio del espacio; desde sus inicios, a los chicos se les estimula para que se desenvuelvan en grandes espacios, que los dominen con amplitud y su constante actividad se les potencia desde su nacimiento; ello les va a estructurar y capacitar para el dominio, la acción, y el conocimiento de un entorno que deben tempranamente utilizar sin miedos ni limitaciones.

Mientras que a las chicas, desde el principio el espacio se les limita, la actividad se les inhibe y generalmente se las deja desenvolverse en un territorio estrecho, concreto y determinado. La actividad y el conocimiento del entorno se les coartan, a fin de que se vayan acostumbrando a sentirse bien en zonas pequeñas y sientan temor ante espacios desconocidos y nuevos.

De esta manera al chico se le prepara para dominar el mundo y el espacio exterior y a la chica para sentirse segura en el recinto doméstico; estableciendo de esta manera la base primigenia de la discriminación de género: los hombres hacia el mundo, las mujeres hacia la casa.

Educar para la igualdad, pasa por destruir este desenvolvimiento espacial, consiguiendo que ambos puedan usar de la misma manera TODO el espacio posible; pero para ello, es preciso inhibir el dominio indiscriminado que de él hacen los varones y estimular a las niñas a usarlo con éxito. Y ello , debe comenzar desde el mismo momento del nacimiento, y si en las familias no se hace, y ciertamente no se hace, porque se proyectan los roles parentales, sí debe hacerse en la escuela, que aunque no consiga una estructuración mental completa, al menos puede alcanzar actitudes intermedias de avance y progreso.

Evidente, que poco podemos actuar ante la imitación parental, porque los padres y las madres ponen en funcionamiento su propia concepción estructura de los estereotipos, pero evidentemente por medio de introyectar nuevas experiencias en sus mentes, padres y madres, pueden ir variando y flexibilizando “algo” sus propias limitaciones ante las formas y demandas de sus criaturas.

Otro aspecto importante a trabajar desde las primeras edades, es el trabajo doméstico, que invita con su práctica a asumirlo a ambos géneros en un clima de igualdad, aunque es importante destacar, que los chicos, por la asunción prematura de su estatus de privilegio, se oponen con más fuerza que las chicas a actuar en este campo con una percepción de igualdad, pero indudablemente estas experiencias van creando nuevos datos en sus mentes y por ello un a construcción personal más igualitaria. Aunque no debemos olvidar que la identificación con las figuras parentales y su imitación, impone amplias trabas a este aspecto educacional, ya que presupone la lucha entre un rol privilegiado y un rol de igualdad, sin perder de vista que las criaturas a estas edades son muy egocéntricas y tienden a su comodidad más que a una proyección de futuro de la cual, todavía, no tienen capacidad de comprender.

En este campo, con las chicas, se debe actuar de forma diferente, ya que ellas, normalmente y por la referencia de sus madres, presentan menos dificultad a la hora de realizar estas tareas, por lo que se les debe hacer caer en la cuenta de que la justicia en el trabajo, pasa por demandar a sus compañeros varones la parte que les corresponde, en lugar de tomar la iniciativa y realizar las tareas que no les pertenecen a ellas sino a ellos. Pero, generalmente, las chicas suelen dar una respuesta más colaborativa en este aspecto, ya que son ellas quienes padecen la injusticia de un trabajo que no les corresponde.

Es fácilmente comprensible esta actitud, ya que generalmente el privilegio se defiende, pero la ausencia de él, invita a reclamar la justicia, pero la resolución del conflicto no es tan fácil, ya que los muchachos persisten en sus actitudes de una manera muy constante y las chicas, al desarrollar mayor sentido de la responsabilidad, en ocasiones se cansan de demandarles su parte en el trabajo, lo cual retrasa el establecimiento de la igualdad.

Un aspecto de trascendental importancia es el uso del lenguaje no-sexista, ya que él configura un pensamiento y al reivindicar constantemente su uso, debilita la preponderancia masculina y evidencia la participación de las chicas en la vida diaria.

No podemos olvidar que “ lo que no se nombra no existe o existe de otra manera “(García Calvo) y si se utiliza el masculino genérico, la presencia de las mujeres no se encuentra en ningún momento en la vida cotidiana, lo que les hace potenciar el androcentrismo y fomentar su sentimiento de inferioridad así como de no coparticipantes en el proceso histórico ya que si no se las nombra no existen y de existir lo hacen de manera “diferente” a la de los pertenecientes al género masculino.

Por otro lado, el lenguaje, a darle protagonista a las mujeres, les va a ir estableciendo una diferente manera de ver el mundo, ya que ellas al hablar e identificarse con lo que se habla, no se van a sentir excluidas, sino protagonistas de la misma manera que los chicos lo vienen siendo y sintiendo desde siempre.

Es curioso apreciar como si en un colectivo mixto se habla en masculino, suele no haber ninguna voz que se alce contra ese lenguaje sexista; las chicas pueden callar y aceptar sin paliativos el dominio androcéntrico, pero si en algún momento en un colectivo mixto se habla en femenino, siempre los chicos alzaran sus voces para reclamar su presencia y su género. Esto nos indica hasta que punto el hombre se siente protagonista de la historia y las mujeres no, evidencian que en ningún momento están dispuestos a renunciar a su protagonismo como consecuencia de la fuerza que tiene su rol de género, mientras que las chicas, como con muchísima frecuencia tienen que padecer esta exclusión, la hacen con facilidad aceptable y les cuesta demandar su presencia y la justicia de su coparticipación o protagonismo.

Por ello, hay que estar constantemente pendiente del uso del lenguaje y tratar de incluir el masculino y el femenino siempre que se hable de y para grupos mixtos, porque a los chicos les ayuda a reconocer y a aceptar la presencia femenina y a las chicas a implicarse como sujetos presenciales y activos de cualquier situación.

Debemos tener muy presente, que “el androcentrismo de los lingüistas es aún más pernicioso que el de los poetas o dramaturgos, pues se oculta bajo la apariencia de cientifismo. Se pretende esgrimir como argumentos irrebatibles lo que son opiniones, impresiones o prejuicios” (Irene Lozano Domingo. ”Lenguaje femenino, Lenguaje masculino”.Ed. Minerva. Madrid-1995)o estereotipos introyectados inconscientemente por medio de una educación impuesta por los poderes masculinos. De ahí que el que las mujeres aprendan a expresarse en femenino es tan importante, ya que adquieren presencia real y protagonismo histórico y hay que intentar destruir el masculino genérico, que lo único que pretende es perpetuar el sistema patriarcal y conseguir que las mujeres se sientan personas de segunda categoría al tiempo que aceptan, transmiten y perpetúan el domino masculino.

La educación tiene mucho que hacer en este aspecto, porque el sentimiento inalienable de la igualdad de las personas, se transmite por medio del aprendizaje de la lengua porque ella es la que va a dar nombre a lo que existe y por ello una base conceptual diametralmente distinta a la actual, porque si vivenciamos otro tipo de cultura, evidentemente ayudaremos a estructurar otro concepto genérico que se asiente en la igualdad con sus diferencias, eliminando esa estructura de dominantes sometidas sobra la que se basa la jerarquía de poder.

La educación en la igualdad y para la igualdad debe centrar su atención en eliminar al máximo los estereotipos de género transmitidos por la cultura patriarcal, y para ello, se debe enseñar a SER PERSONA, en lugar de enseñar a “ser niño” o a “ser niña”, ya que cualquier persona tiene el derecho de ser ella misma y no ser constreñida por corsés culturales que mutilan una parte importante de su esencia humana; haciendo de este mundo un caos de confrontación, discriminación, violencia, racismo y clasificación a todos los niveles.

Educar en y para la igualdad, supone el principio insustituible del uso y práctica de la libertad, ya que si aquella no existe, es imposible que se pueda evidenciar un mínimo de libre pensamiento, libre decisión, libre relación y libre agrupamiento.

Es por ello, que la educación no sexista es un objetivo primordial de la escuela de la anarquía, de la escuela de la libertad; ya que si no nos sentimos libres para ser como queremos ser, pensar como deseamos pensar,la posibilidad de vivir y actuar para un mundo más justo y menos violento; resultará imposible, y si no, ahí esta la Historia de la humanidad para evidenciarlo.

Si hablamos con igualdad, nos constituimos como identidades únicas; si aprendemos a actuar sin responder a roles estereotipados, tenemos la oportunidad de alterar el orden establecido y así tenemos la oportunidad de poner en práctica la creatividad que potencia una nueva y diferente concepción y realización de sociedades desprovistas de: Cúpulas de poder, discriminaciones por razón de raza, sexo, creencias, edad; eliminado, por lo tanto, los deseos expansionistas y de dominio que tanto han caracterizado y caracterizan a las esructuras sociales, políticas y económicas existentes en el pasado y en el presente.

En la práctica educativa, además del lenguaje como objetivo fundamental, se encuentran otros necesarios para la consecución de mentes concebidas en igualdad, como son: La realización del trabajo, ya que la división del trabajo en doméstico o privado(para las mujeres) y social o público (para los hombres), supone el ejercicio práctico y cotidiano de la discriminación por razón de género, consiguiendo que todas las tareas que se han de realizar, supongan la misma responsabilidad para chicas y chicos, evitando cualquier acto de condescendencia por parte de las chicas y de demanda de privilegio, por parte de los muchachos.

La igualdad en el reparto de las tareas, la responsabilidad de asumirlas sin diferencias, excepto las personales, conlleva al establecimiento de la justicia laboral y a destruir la idea tan aceptada de que las mujeres deben realizar su esfuerzo en el ámbito de lo privado, que supone servicio hacia l@s demás, no-remuneración, incomunicación y por ello, la creencia que su sexo y su género está preparado para estas tareas y no para otras de más envergadura, las cuales se encuentran destinadas a los hombres; generando así sentimientos de inferioridad-superioridad y todo lo que ello conlleva.

Niños y niñas deben asumir desde que nacen la responsabilidad de realizar por igual, todo tipo de trabajo, estableciendo la igualdad entre trabajo manual e intelectual, con el fin de eliminar o al menos disminuir el establecimiento social de las clases por cuestiones laborales, yendo en contra de: trabajadores o trabajadoras manuales distintos de trabajadores o trabajadoras intelectuales, para est@s últimos el poder de la cultura y por ello el engrosamiento de la clase dirigente, para l@s primer@s, su incorporación a las clases más deprimidas es diferentes escalas: clase media, clase trabajadora y desemplead@s; reforzando la estructura de poder creada.

Cuando, desde el campo educativo, abordamos el trabajo, nos encontramos con otros aspectos sobre los que debemos incidir; uno de los más importantes es el de la autonomía; ya que, al eliminar de los varones la responsabilidad de su cuidado, su alimentación y su higiene, estos construyen una mente dependiente de las mujeres, que les limita en el campo de la independencia, de la adquisición de habilidades, de la toma de decisiones personales, al tiempo que les genera agresividad contra ellas por el acúmulo constante de frustraciones que padecen en la limitación de su natural desarrollo; lo cual producirá a largo plazo una hostilidad hacia el otro género que se evidenciará en el maltrato doméstico y en la violencia indiscriminada, por un fuerte sentimiento de temor hacia ellas, rodeado de manifestaciones neuróticas.

Así, cuando lleguen a mantener una relación de pareja, la natural dependencia amorosa, se convertirá en dependencia afectiva; la cual cargada de inseguridades, miedos y frustraciones, impedirán una relación satisfactoria, equilibrada y feliz, siendo esta sustituida por una relación de poder, de confrontación constante y de defensa y mantenimiento de los estereotipos de género introyectados desde la infancia y que en la edad adulta se manifiestan con una amplia beligerancia que está ocasionando una amplia alarma social y que nos hace consumir las energías en estas luchas de base, mientras desatendemos, obviamos y carecemos de fuerzas para combatir la realidad social que nos asola.

Las dificultades con las que nos encontramos en este y otros aspectos de la educación no-sexista, se encuentran en la familia, la cual es prioritariamente adiestradora de los estereotipos de género, ya que ambos, niños y niñas, imitan espontáneamente las figuras parentales, muy mediatizantes a la hora de estructurar una mente libre de prejuicios, ya que son figuras de referencia para ellos y ellas, al tiempo que sustentan, mantienen y evolucionan relaciones afectivas que proporcionan seguridad, aceptación y amor.rasgos estos, que le son imprescindibles a la infancia para su desarrollo por una necesidad primaria que requieren y precisan en edades prematuras. Con lo que, en la educación en y para la igualdad, los chicos y las chicas tienen que soportar una fuerte ambivalencia; la de responder a una vivencia igualitaria que se expresa en la escuela, frente a la imitación de las figuras parentales o la crítica hacia ellas, creándoles estas últimas inseguridad y miedo al rechazo.

En una educación racional, como es la de la escuela Paideia, niños y niñas comprenden lógicamente la relación de igualdad, pero detestan tener que poner en tela de juicio a su padre y a su madre, con lo que se les crea un conflicto, al tiempo que genera en la vivencia diaria, procesos de avances y retrocesos; los cuales, puede que sean superados en una edad más madura cuando alcancen una autonomía e indepencias mayores.

Otra característica importante en la educación igualitaria es la sexualidad, ya que esta introyecta de una manera muy rígida los estereotipos sociales.ya sabemos, que la libertad sexual o su represión son un elemento clave a la hora de generar mentes libres, porque la energía que se precisa para reprimir un instinto natural es excesivamente fuerte como para determinar un desarrollo personal evolutivo y maduro.

En este campo es donde más claramente se detecta la introyección del principio de autoridad, ya que la negación de una sexualidad libre y espontánea a lo largo de las edades evolutivas, supone el sometimiento a la autoridad parental o educativa, y por ello la aceptación de todo un sistema jerárquico de poder y sometimiento.

Hay que tener muy presente que el estereotipo masculino se fija y mantiene preferentemente por la respuesta positiva o negativa que se da al concepto de masculinidad; ya que se identifica masculinidad con machismo, y es en este aspecto en donde género y sexo se identifican, generando la idea de que si no se responde al rol de género-esencialmente cultural, se pone en entredicho la identidad sexual, lo cual, sobre todo en la pubertad y adolescencia les proporciona una gran inseguridad y temor.

La educación afectivo sexual es un medio que ayuda en este campo, pero la relación diaria en los conflictos cotidianos que se presentan, son imprescindibles para ayudar a eliminar estos temores.
Análisis de la realidad, trabajo afectivo sexual y actuación sobre las actitudes cotidianas, son los elementos claves para disminuir las limitaciones que los estereotipos sexuales imponen a la igualdad.

Ello conlleva a criticar, analizar y reflexionar sobre el deporte en los chicos, y la limitación de los espacios en las chicas. Deporte y violencia aceptada, son elementos primordiales para indicarle a los muchachos que deben manifestarse de forma competitiva, violenta e insolidaria; presupone los infravalores de la guerra y la competitividad económica; mientras que el rechazo que las chicas hacen de él, indica el tratamiento social que se hace de esta actividad, en donde sus protagonistas son casi siempre masculinos imitadores de lo que los mas media les proporcionan; las chicas, simplemente, no aparecen o si lo hacen, suelen ser en deportes menos reconocidos. , y en una proporción mucho menor que la que se hace de los hombres.

Hoy día, los arquetipos de imitación de la gente menor masculina, suelen ser los futbolistas para todas las clases sociales y los financieros para las clases más acomodadas. Fuerza bruta y dinero son ideales que esta sociedad propone a las nuevas generaciones masculinas.

Las mujeres, a pesar de su enorme auge actual, siguen en la oscuridad, en el silencio y en el ámbito de la estética física y de la objetivación sexual. Sus arquetipos son mujeres objetos que muestran éxito social por sus cuerpos, pero escasamente por sus mentes, sus creaciones, sus aportaciones científicas o por cualquier otra cualidad considerada exitosa en esta sociedad.

Los medios de información, siguen mostrando a una mujer tonta, madre o esposa, pero no persona que revierte sus valores, hechos y actos para evolucionar el mundo. Se las sigue tratando como ciudadanas de segunda clase, débiles, dependientes, inmaduras y sumisas. Por lo que a la hora de educarlas en la igualdad, debemos romper estas imágenes que constantemente las martillean, para hacerlas comprender sus capacidades y sobre todo, no dejarse coaccionar por las presiones familiares y sociales, las cuales les piden que sigan respondiendo a los estereotipos de sus madres y abuelas; en definitiva fieles al rol que el género masculino y la sociedad patriarcal les demanda.

En la vivencia diaria en la escuela las relaciones cambian, pero al tiempo, también se ponen de manifiesto el adiestramiento al cual se somete a ambos géneros, lo cual lleva a que en la relación escolar vivan y actúen de una manera y en el entorno familiar y social de otra, porque sus edades vulnerables se encuentran mediatizadas por las relaciones afectivas de aceptación –rechazo, y por ello, para evitar el rechazo en ocasiones actúan de una manera y en otras de forma diferente; pero nunca igual, por los datos, vivencias y experiencias que tienen, que el resto educado bajo los principios de la discriminación, la desigualdad y la limitación de la libertad.

La diferencia entre la familia, la sociedad y la escuela, estriba, fundamentalmente, en que en la escuela son aceptadas sus formas de actuación, por lo que se pueden mostrar mucho más espontáneamente que en otros sectores sociales, creando ahí la ventaja de ser en la escuela en donde su equilibrio personal y emocional se muestra con más facilidad, mientras que no sucede lo mismo en otros entornos donde viven.

Pero lo que se vive y el sentimiento de estabilidad, va creando en sus personalidades posibilidades de optar, es decir, pueden manifestarse de forma estereotipada y encontrarse en unas situaciones mal, o pueden, o pueden manifestares de acuerdo con los roles culturales y sentirse constantemente mal. Ahí es precisamente donde se evidencia la libertad de elección y por ello, una esperanza de cambio.

Para trabajar en este campo, constantemente debemos estar perceptiv@s a las dinámicas que se generan, a las relaciones que se establecen y a las influencias que mediatizan, con la finalidad de saber cómo, dónde y de qué manera debemos actuar para contrarrestar los esquemas que les van inconscientemente introduciendo en sus estructuras personales y afectivas.

En lo que se refiere al campo intelectual, los estereotipos también tienen su influencia determinante, ya que social y familiarmente, a los chicos se les crea la opinión que las matemáticas y las ciencias naturales y experimentales, son áreas más difíciles y por ello deben ser dominadas por los hombres, que son más aptos para desarrollarlas, despreciando o infravalorando los otros campos del saber, como son las letras y la creatividad; de ahí que las presiones que los chicos reciben tienden a estimularles en el estudio de las matemáticas, desestimando los otros, y a las chicas, justamente al revés, potenciándoles el campo de la lengua, la literatura, la creatividad, rechazando las matemáticas y las experimentales, por una concepción intrapsíquica que las heces sentirse menos capaces de abordarlas.

En la escuela se hace muy evidente esta mediatización, ya que vemos constantemente muchachos poco capacitados para el área matemática manifestando un amplio interés por este campo del saber, mientras observamos como chicas capacitadas lo desestiman y se sienten inseguras de poder abordarlo con éxito.

Claro, que hay que tener en cuenta, que cuando se trabaja en el campo de la igualdad, se producen una serie de varianzas, ya que a pesar que los chicos tiendan a trabajar más las matemáticas por influencia externa, se va poniendo en evidencia su éxito en otros espacios culturales y lo mismo sucede con las chicas, disminuyendo de esta manera la fijación de los roles de género.

Aunque la dinámica vivencial de la escuela va constantemente en contra de estas mediatizaciones personales, en ciertas épocas, según se vayan manifestando las influencias externas, el tema se trata, con la aceptación de la asamblea, de una manera más exhaustiva, porque ellas y ellos detectan que lo necesitan, por lo que los talleres troncales se encaminan a trabajar estos temas con preferencia a otros, consiguiendo un avance importante en el restablecimiento de la igualdad.

Para realizar este tipo de trabajo, para establecer la escuela de la anarquía, es imprescindible tener e ir construyendo una mente educadora lo menos condicionada posible en este campo; es decir, poseer una estructura mental, que sin ninguna clase de dudas, siente, cree y actúa, bajo la concepción de que todas las personas somos iguales por derecho natural, con ricas diferencias personales que pueden contribuir a un mundo libertario, a un mundo sin fronteras, a un mundo libre y progresivo hacia la consecución de la mayor felicidad posible.



Comentarios al artículo: Educación para la igualdad.

Nuestra sociedad, por muy avanzada que parezca aún conserva rasgos de una cultura machista dominada históricamente por los hombres, los que cumpliendo un rol de protector y patriarca de la familia, desvalorizó a la mujer por el sólo hecho de ser mujer.

La mujer siempre estuvo relegada al cuidado de los hijos y al cuidado de la casa, mientras que era el hombre el que salía a buscar el sustento diario. En este contexto la mujer muchas veces fue victima de violencia, en todas sus formas, debiendo aguantar pasivamente cualquier maltrato.

Si analizamos nuestra realidad actual nos podemos dar cuenta, que aunque esto ya no es tan evidente o cotidiano, la mujer aún mantiene grados de subordinación al hombre, haciéndose difícil que ellas asuman un rol más activo frente a la discriminación de la que son parte. En todo caso, los movimientos de liberación de la mujer, nos han hecho ver lo que ellas piensan, sienten y creen, exigiendo la igualdad de derechos en un mundo cada vez más cambiante y competitivo, pero falta mucho por avanzar en este camino y es responsabilidad tanto de hombres como de mujeres resolver las diferencias y aceptarse como iguales.

En cuanto a la libertad antes mencionada, esta libertad debe transformarse en una oportunidad de potenciar los roles de hombres y mujeres para construir juntos una sociedad más igualitaria, sin transformar esta experiencia de cambio en una “guerra de sexos”, para ver quien es el más fuerte o quien ganará la batalla. Esta igualdad será algo que se construye entre todos, paso a paso, poniendo cada bando de su lado todo el empeño para lograr el objetivo final: la igualdad entre hombres y mujeres.

Desde la educación la labor que se puede desarrollar es de vital importancia, pues desde pequeños podemos aprender a respetarnos y a rescatar en el otro todas sus capacidades y fortalezas, sin hacer diferencias en que si el otro es hombre o mujer. Debemos trabajar con los niños la tolerancia y el respeto, así como todos los valores que permitan mejorar nuestras relaciones interpersonales, educando en igualdad.
“Como educadores y agentes sociales, nuestra labor no es, ni puede ser, aséptica. Siempre tenemos un posicionamiento que será preferible que sea claro y consciente. Cualquier opción pedagógica que tomemos implica un posicionamiento educativo y social. No ser consciente de ello significa, lejos de ser neutrales, asumir acríticamente la cultura social dominante[1]”.

Hemos analizado y conversado en las últimas clases lo importante de educar en la igualdad y en el respeto a la mujer, sobretodo cuando se han producido una cantidad importante de femicidios en Chile. Es por ello que la educación en este aspecto también se alza como medio protector y formador de personas concientes y aptas para establecer relaciones sanas, evitando con esto que se vuelvan a producir este tipo de homicidios.

En este sentido algunas propuestas podrían estar orientadas a “desarrollar una acción educativa que promueva, en el país, un desarrollo social mediante una convivencia pacifica y de respeto entre las personas, independientemente de su condición de género, edad, estirpe; y diseñar programas dirigidos a escolares con el propósito de educar en la igualdad de género y en la capacidad de desarrollar relaciones interpersonales y afectivas libres de violencia.[2]

No debemos olvidar nunca lo necesario que es educar en la igualdad, dotar a nuestros alumnos y alumnas de las habilidades sociales necesarias para que se relacionen entre ellos de la mejor manera posible, respetando géneros, clases sociales, razas, etnias, religión, color, etc., con el fin de que acepten que todos somos diferentes y valiosos.

[1] Disponible en: http://www.concejoeducativo.org/alternat/igu_dife.htm

[2] Carabineros de Chile, Dirección de Protección Policial a la Familia, Seminario nacional sobre violencia intrafamiliar: Femicidio en Chile, Mayo 2007, Chile.

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