Jorge Pulgar

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miércoles, 24 de octubre de 2007

LA EDUCACIÓN EN VALORES
3° Congreso Internacional de Educación, 2003.

Julio Labaké, Carlos Cullen, Graciela Frigerio, Isabelino Siede, Móhsen Ali, Darío Bruno, Juan Torrella, Julián Caja.



La modernidad estuvo gobernada por la confianza en la razón científica y produjo, un Estado capaz de orientar la realidad de una sociedad que contaba con un tejido, que hacía disponer de fines suficientemente claros. Los roles eran diferentes y aptos para negociar.

Actualmente, el Estado está desbordado por otro poder no localizable, escurridizo, y superior en su aptitud para someter a las sociedades, especialmente a los individuos, a los dictados de sus propios intereses. En el cuál prima la eficiencia, con la consecuente competencia; diluyéndose, los vínculos estables, constituyéndose el individuo, en enemigo del ciudadano.
Esto lleva a un ataque definitivo contra la auténtica individuación, haciéndose imposible la constitución de una suficiente identidad personal y social. Consigo trae la imposibilidad de una genuina autoestima.

La elección racional de la época actual, de la instantaneidad, significa buscar gratificación evitando las consecuencias, y la responsabilidad que ellas pueden involucrar. Rechaza lo durable. La mayoría de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido.

EDUCAR, en esta “modernidad líquida”, es uno de los desafíos más grandes a los que se enfrenta la educación. Es necesario centrarse en el concepto actualizado de persona humana, y de personalidad, para llevar a cabo esta difícil tarea.

Es primordial comprender la cuestión del otro en la formación del sujeto moral. La noción de autonomía, que es la manera de nombrar al sujeto moral, fundamenta una nueva forma de relación con el otro. La igualdad, ahora, reside en el mismo carácter de ser sujeto autónomo de las acciones (libertad).

Hay tres horizontes, dónde el otro es constitutivo de la subjetividad moral, de diferentes maneras.

- Autonomía. El otro como diverso, pensando la ética desde el núcleo del orden social. Relación constitutiva con el otro, también libre y autónomo, pero “diverso”.

- Autenticidad. El otro como diferente, pensando la ética desde los bordes del orden simbólico. Cuidado de la diferencia consigo mismo.

- Responsabilidad. El otro como alteridad, pensando la ética desde la exterioridad en relación con la totalidad. La libertad para actuar se constituye, porque se responde al llamado del otro (el exterior), que hace del agente un responsable de esa interpelación.

La educación es mandato de emancipación, es la acción política de la distribución de la herencia (capital cultural). Siendo el destinatario el colectivo (nadie debe quedar marginado de la socialización y de la distribución), habilitando a cada uno de estos herederos a decidir sobre su posicionamiento frente a lo heredado. La función jurídica de filiación simbólica, es hacer del otro un semejante, un miembro de “la población”, ofreciéndole un lugar de par. La educación, desde la perspectiva de la emancipación, habilita al otro, y surge la confianza, otorgándole gran valor a la oportunidad.

La educación contempla el desarrollo de las personas en el plano intelectual, sin descuidar la formación y disciplina de lo emocional, lo moral, lo físico y lo espiritual. Las escuelas pueden y deben ser fundamentales para propiciar la emergencia del potencial humano para el cambio de la sociedad.


La religión, ve a la educación como un medio del desarrollo armonioso de todas las facultades del hombre, con el fin de capacitarlo para ejercer la ciudadanía, siendo la escuela, la institución social que posibilita la construcción del conocimiento como medio para el ejercicio de la ciudadanía, guiado por ciertos valores, morales y cristianos. Para ello, los docentes deben estar capacitados ara transmitir la filosofía, valores y objetivos, a través de una educación integral (espiritual, física, social y mental). La transmisión de valores debe hacerse por medio de un serio compromiso personal e institucional con los valores elegidos; y desarrollando contenidos planificados para trabajar los valores conceptualmente.

Al hablar de “crisis”, vienen a la mente imágenes de caídas de certezas, debilitamiento del lazo social, centración en el presente inmediato, cambios en los criterios de preferencia, incertidumbre en el futuro y sobre le propio deseo. La moral es un sistema de expectativas recíprocas, una construcción cultural de cada sociedad y cada época. Cuando entra en crisis, se pierden las referencias, se disuelven las expectativas mutuas, se debilitan las pautas de acción.

El déficit educacional no afecta sólo los saberes instrumentales, sino a otros que podrían denominarse valorativos (descubrimiento de aspectos políticos, sociales, interpersonales, existenciales y espirituales). Se trabaja sobre las diferencias, utilizando el diálogo, construyendo un espacio para la diferencia y el pluralismo.

Es necesario transmitir un caudal cultural que garantice el lazo social, pero a la vez, tensarlo hacia la superación de sí mismo. Estamos en tiempos de gestación de nuevos valores, y también de recuperación crítica de lo que queremos preservar; de una escuela que ofrezca una formación ética pluralista (riqueza de las diferencias, peligros de homogeneidad, primacía del diálogo), inclusora (respeto derecho de cada uno, acuerdos para la convivencia), y creativa (nuevas respuestas, proyectos colectivos).

La participación activa no pertenece al terreno del mérito, sino al del deber, por encima de la socialización negativa. Esto implica conciencia y obediencia, participación y observancia de normas, entrenamiento e instrucción, horizonte de vida adulta y horizonte escolar, bien colectivo superior al bien privado.

Educar para la ciudadanía, exige consolidar la estructura ética de la persona, desarrollando su capacidad de juicio moral, entrenando su voluntad para que sea autolegisladora de la conducta, y reiterando los actos morales, hasta consolidar hábitos virtuosos.





Decálogo de educación para la ciudadanía

1) Educar para la ciudadanía jurídica.

Formar practicantes y creyentes de las leyes, aún en ausencia de las mismas (reflexionar sobre la legitimidad de la ley, su moralidad, la objeción de conciencia, etc)

2) Educar para la ciudadanía nacional.

Proporcionar narrativas de identidad nacional.

3) Educar para la ciudadanía universal.

“Contribuir a alumbrar una sociedad mundial en el corazón de cada persona” (Informe Delors)

4) Educar para la ciudadanía cultural.

Proporcionar lenguajes para interpretar la realidad política y poder participar en ella.

5) Educar para la ciudadanía económica y fiscal.

Preparar para los cambios económicos, derivados de la globalización, especialmente en lo referido a lo laboral. Inculcar el deber moral, respecto al cumplimiento de pagos de servicios.

6) Educar para la ciudadanía democrática.

Inculcar el respeto a los derechos humanos, a partir de la instrucción intelectual (conceptos básicos democráticos), valoración moral y afectiva (juicio y compromiso), y el entrenamiento (posibilidad de participar, presentar programas, votar, representar al grupo)

7) Educar para la ciudadanía ecológica.

Favorecer la conciencia ecológica.

8) Educar para la ciudadanía multicultural y multirreligiosa.

Proporcionar criterios para tolerar las diferencias en religión y culturas.

9) Educar para la ciudadanía transformadora de la realidad.

Formar ciudadanos inconformistas, con capacidad de intervenir para corregir la injusticia.

10) Educar para la ciudadanía del conocimiento.

Enseñar a usar los medios de comunicación como fuentes de conocimiento, para transformar la sociedad de la información en sociedad del conocimiento.



Disponible en:

http://www.sectormatematica.cl/seccion/LA%20EDUCACI%D3N%20EN%20VALORES.doc





Comentarios al Artículo: LA EDUCACIÓN EN VALORES.

Jorge Pulgar V.


El rol que cada uno de los actores del proceso educativo ejerce en la vida de los alumnos y alumnas, a la hora de interiorizar los conocimientos, valores, deseos, aptitudes y actitudes; configuran lo que en esencia entendemos cada uno de nosotros por educación o el ideal que cada uno pretende alcanzar al transmitir o hacer partícipe a otros de estos ideales.

El contacto con la “escuela”, el templo del saber y de relaciones humanas, que dan cuenta de la socialización secundaria de niños y niñas, sus experiencias, capacidades y dificultades, nos han permitido a lo largo de estos cuatro años acumular una experiencia, que como estudiantes de pedagogía básica, será sin duda un suministro de conocimientos importantes para ejercer después, en un futuro cercano un rol diferente quizás, asumiendo nuestras responsabilidades como futuros profesores.

Al comenzar a leer este artículo no puedo dejar de pensar en esta experiencia vivida en el contacto con las escuelas, en sus profesores y en sus alumnos y en cómo viven el hacer escuela. No es menester aquí criticar la labor que ellos llevan a cabo, sino preguntarse uno mismo algunos temas ante los cuales uno como profesional de la educación deberá analizar en su momento. Pueden ser muchas las deficiencias, errores o aciertos en los que estén incurriendo los centros educativos a la hora de abordar los contenidos, conocimientos y valores, pero debemos entender que su desarrollo se deben a una serie de factores entre los cuales están los que se mencionan al inicio de este artículo: una educación centrada en la razón, en los ideales de la modernidad, en el despojo de la subjetividad del individuo en su proceso de enseñanza- aprendizaje, en la libertad, entre otros.

Es entonces, en esta crítica a la modernidad, en que aparece el concepto del otro, como un otro significativo con el cual me debo relacionar sanamente, valorando autonomía, su identidad, su autenticidad, su vida, entendiendo que sus propios conocimientos, aquellos que culturalmente trae consigo, son vitales a la hora de iniciar este a veces tortuoso camino que llamaremos proceso educativo, proceso que se ejerce o como un mandato o como una vía de liberación del individuo, para que íntegramente se desarrolle.

Cuánto nos cuesta a nosotros, como alumnos, como futuros profesores o como simples mortales, aceptar la posición del otro, las decisiones de los otros, la experiencia de otros, en el trabajo, a la hora de compartir, al momento de hacer o crear. ¿Acaso no nos imponemos a la fuerza?

En este proceso llamado educación surge entonces un concepto clave: libertad, que se ancla fuertemente en otro: ética o como diría Savater en su libro “Ética para Amador”, el saber vivir o el arte de vivir.

¿La escuela pasa por alto estos derechos del individuo, de los estudiantes a su cargo para imponer un régimen autoritario en donde la libertad, la creatividad queda relegada a un segundo plano? Puede ser que las normas hayan sido hechas para seguirlas al pie de la letra, porque de lo contrario el caos es un miedo que nadie quiere que se vuelva realidad, pues a la hora de instalarse es difícil erradicarlo y requiere de mucho esfuerzo y desgaste. Estas crisis se presentan como un fantasma que todos deseamos exorcizar. Suele parecer más seguro el control y la autoridad que la distribución del poder, sobretodo en ambientes vulnerables, donde por falta de compromiso por parte de alguno de los actores involucrados en el proceso, se suelen confundir los límites y se termina cayendo en un círculo vicioso en el cual uno es el vulnerable y el otro el opresor.

La educación en si misma por lo tanto, debe ser asumida como un valor inherente a toda persona o como un cúmulo de valores, conocimientos, saberes y creencias, por las cuales se es capaz de transitar en la vida con las herramientas necesarias para enfrentar cualquier situación y salir de ellas con éxito. Siempre nos educamos, siempre nos estamos educando, en todos lados y en todas nuestras maneras de relacionarnos con los otros. Así la escuela, como una oportunidad más de educarnos, nos permite desde su profesionalización en estos temas, adquirir y potenciar lo que traemos con nosotros, desarrollando en nuestros años de enseñanza- aprendizaje formal las capacidades que nos servirán para un correcto desenvolvimiento en sociedad, bajo metodologías que apunten a construir espacios para la diferencia, el pluralismo y la libertad, y el enriquecimiento intelectual, moral y ético, al cual como persona tenemos derecho.

Sólo entonces, al final de este proceso, estaremos listos y preparados para aportar con nuestro grano de arena a la construcción de una sociedad más humana, viviendo los valores que a veces parecen perdidos.


“Si desde el salón de clases, y el espacio escolar en su conjunto, seguimos negando la participación real y activa de los estudiantes en la construcción de su propio proceso educativo, no podemos esperar que se sientan capaces de construir paulatinamente un mundo más humano y democrático. A ello apunta la reflexión sobre la relación entre la ética y la política pero no como conceptos a teorizar, aunque ello sea a veces necesario, sino a su práctica diaria, como lo venimos apuntando en este ensayo, en tanto la “...democracia es la cristalización política de la posibilidad ética del hombre”(17). Así, el sujeto dejará de sentirse instrumento del poder para asumirse constructor del mundo que habita”
[1].

“De ello se desprende que los sujetos tengan que reconocer que se requiere luchar permanentemente por construir, desde el espacio diario, un mundo cada vez más humano, como resultado de una lucha constructiva constante. Pero si no educamos éticamente no podemos esperar que los hombres reconozcan (reconozcamos) que todos, y por su (nuestro) trabajo cotidiano, merecen (merecemos) poseer también los bienes materiales y condiciones de vida adecuadas para desarrollarnos plenamente como seres humanos. Porque no se trata de caer en posturas basadas en la dádiva o la limosna, sino en que los seres humanos aporten con su trabajo y participación en la sociedad lo necesario, para recibir a cambio salarios justos. Hay que enseñar, además, a luchar por los derechos propios, lo que significa, en última instancia, una educación ética capaz de permitir al hombre apostar por la democracia, en tanto opción libre, creando y gestionando una sociedad buena”.[2]

[1] Rodríguez, E, Educación, ética y democracia, http://www.oei.es/valores2/rodriguez.htm
[2] Citado por Rodríguez, de Savater, F., Ética para Amador, Ariel, México, 1993.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Análisis artículo 1: Necesidad de la ética en la educación.

Artículo Nº 1: Necesidad de la ética en la educación.


Área: Solidaridad.
Materia: Ética y sociedad.
Autor: Josep M. Recasens y Aselm Enciso



Vivimos en una sociedad que ha conseguido grandes logros, pero en la que todavía existen problemas importantes a resolver. Problemas personales, como insatisfacciones y frustraciones, enfermedades síquicas, depresiones etc., y problemas colectivos, como conflictos sociales graves, falta de solidaridad, agresiones y violaciones de todo tipo, grandes desigualdades económicas etc.
Estos son problemas complejos que exigen soluciones complejas, pero que a nuestro entender van íntimamente relacionados al bajo nivel ético de nuestra sociedad. Esta situación se debe en parte al sistema educativo actual y al ambiente que nos rodea.

La educación actual tiende a formar a individuos preparados en especialidades concretas listos para un rendimiento laboral inmediato, prescindiendo de su formación humanista, lo cual genera a menudo indiferencia e insolidaridad. En cuanto al ambiente, existe lo que Jerome Brunner denomina "anti-escuelas". Son los modelos de conducta brindados por los medios de comunicación (principalmente la televisión), la publicidad, modas de todo tipo, etc. Todo esto hace que nuestra juventud sea especialmente vulnerable y esté alejada de cualquier reflexión. Este ambiente manipulador no puede cambiarse fácilmente, pero si puede hacerlo la educación para ayudar a enfrentarse con él, y con los problemas reales que enmascara. De ahí la necesidad de una educación ética, que a nuestro entender, debería tener la asignatura de Ética como algo fundamental.
Su introducción es necesaria porque precisamente la Ética intenta establecer, mediante la razón, las normas reguladoras del comportamiento humano que permitan resolver los problemas que afectan a nuestra convivencia, aportando soluciones reales. Es incomprensible tener que pedir algo tan esencial, pero quizás la causa esté en el desconocimiento de lo que es la Ética, por lo cual daremos nuestra visión sobre ella.
Ante todo debemos separarla de la moral ya que ésta alude a una sociedad determinada localizada en un cierto tiempo y lugar, mientras que la Ética (en mayúscula) intenta ser algo que afecte a todos los seres humanos, poseedores de unas mismas necesidades básicas. Por el mismo motivo debemos separarla de la Religión, puesto que esta solo atañe a los creyentes Para evitar conflictos con la misma, precisaremos que el fundamento de la Ética puede obedecer a algo transcendente o bien ser algo puramente biológico, consecuencia de la evolución. La discusión en uno u otro sentido puede ser infructuosa por lo que preferimos ceñirnos al principio básico de lo que es mucho más importante proceder a su aplicación, que no ponerse de acuerdo sobre su fundamento.
Sin embargo, debemos aclarar algo más sobre el mismo. En los seres humanos conviven y en cierto modo se enfrentan lo que podríamos llamar, genéricamente, dos instintos. El primero, verdadero instinto, es el de la supervivencia del hombre como individuo. El segundo, que es algo más, pues intervienen las facultades superiores, es el de la preservación del hombre como especie. El primero da lugar a lo que llamamos egoísmo, siendo el responsable, por ejemplo, de la agresividad. Seguirlo puede proporcionarnos satisfacciones personales. El segundo es el responsable del altruismo, y contribuye a la aparición de la felicidad, como veremos. Potenciarlo es una de las misiones de la Ética a fin de contrarrestar la exaltación del primer instinto primario existente en nuestra sociedad. Los postulados de la Ética son algo que han ido surgiendo a lo largo de la historia del hombre, un saber acumulado desde los grandes pensadores orientales y griegos de la antigüedad hasta los actuales, pasando por otros tan importantes, como Spinoza y Kant. Por lo tanto, la Ética tiene que incluir sus razonamientos y su conveniente actualización y ampliación.
Hoy en día está bastante claro que para intentar solucionar los conflictos existentes con los demás, antes debemos tener solucionados nuestros propios conflictos íntimos. Por ello, el punto de partida de la Ética es el de ayudar a reflexionar sobre lo que es mejor o más conveniente para cada individuo. Intenta encontrar un modo de comportarse que haga a cada uno sentirse mejor consigo mismo, ser más feliz. Aparentemente esto está en contradicción con el altruismo inherente a la Ética, pero si profundizamos en el tema esta contradicción resulta falsa. No encontramos la realización plena de nuestras facultades ni la felicidad entrando en conflicto con los demás, sino siendo solidarios con ellos, como consecuencia del segundo "instinto" aludido. Esta relación entre altruismo y contribución a la felicidad (o entre egoísmo e infelicidad, más común y por tanto mejor demostrado) justifica, por sí sola, la importancia de la Ética y la necesidad de incluirla en la educación.
Creemos que estas breves reflexiones dan una idea de la ética que debería impartirse para contribuir a mejorar nuestra sociedad.

Disponible en el sitio web:

Comentario a artículo:
Necesidad de la ética en la educación (Josep M. Recasens y Aselm Enciso)

Jorge Pulgar Verdejo.


Constantemente se habla de la responsabilidad que debe asumir la educación en muchos aspectos, sobre todo en lo referente a los valores, a la educación en la ética y en la moral que, al no ser abordado completamente por la familia en la formación de sus hijos, por los factores que todos conocemos: trabajo, tiempo, educación, pobreza, etc., termina asumiendo la escuela para satisfacer esta problemática.

Aparte de la familia el ambiente sociocultural en donde crecen nuestros niños y jóvenes manipulan sus vidas, haciendo que repitan modelos y tendencias que se multiplican en el día a día y que se transmiten por los distintos medios de comunicación, el Internet y en la interacción con sus pares. Sólo a modo de ejemplo hace unos días mostraban en las noticias jóvenes besándose hombres con hombres, mujeres con mujeres, o bien consumiendo alcohol o drogas en parques y plazas de la capital. Vemos también estudiantes golpeándose entre ellos, ya sean hombres o mujeres, grabando estas manifestaciones de violencia para subirlas al Internet, dando cuenta de que mientras más alto sean los grados de violencia, más valiosa la experiencia desde su punto de vista. Podemos observar además nuevas tendencias o tribus urbanas (pókemon, emos, poncios, etc.) con las cuales se abanderizan nuestros jóvenes alumnos.

Y frente a estos problemas ¿Cuál es la solución? Según los autores “Este ambiente manipulador no puede cambiarse fácilmente, pero si puede hacerlo la educación para ayudar a enfrentarse con él, y con los problemas reales que enmascara. De ahí la necesidad de una educación ética, porque precisamente la Ética intenta establecer, mediante la razón, las normas reguladoras del comportamiento humano que permitan resolver los problemas que afectan a nuestra convivencia, aportando soluciones reales.”.

La ética permitiría entonces, antes de resolver los vacíos, problemas y conflictos con los demás, reflexionar sobre que es lo que estamos haciendo y como nos sentimos con ello, asumiendo que necesitamos de las reglas para guiarnos y que esta no es una selva por la que transitamos sin los valores que permitan elevar al hombre, quizás no a la perfección, pero sí a una calidad de vida donde se respete a sí mismo, respete al otro y viva los valores.


Debemos permitir la reflexión y el pensamiento crítico en nuestros estudiantes y en nosotros mismos, no dejarnos llevar por las apariencias, ponernos en el lugar del otro y trabajar para llenar los vacíos que podamos tener en este tema. También es nuestra responsabilidad manejar el tema y establecer cual será nuestra postura al respecto, para ser consecuente con nosotros mismos y con nuestros actos.